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Chile angustia, duele

En Chile la sociedad dijo basta a la desigualdad, a la injusticia y la respuesta del Estado fue la represión, la violencia al servicio del poder.

Chile, desde hace unos treinta años, adoptó un modelo neoliberal. De centro derecha o derecha, pero nunca más allá de eso. Y tuvo sus logros, claro. Tiene lo macro ordenado y bajó la pobreza de 40 % a 10 %. Lo que es un montón. Pero la inequidad social no no disminuyó. La distribución no cambió. Ricos muy ricos, pobres estructurales y el resto ahí, siempre al borde del abismo, entre sobras, educación privada impagable, salud impagable y tanto más impagable.

Las cifras oficiales que difundió el gobierno chileno este viernes por la mañana dan cuenta de 18 muertes, entre ellas la de un nene de 4 años atropellado por un automovilista ebrio que embistió a manifestantes. Unas diez personas fueron asesinadas por las fuerzas armadas y de seguridad. Hierro, palo y balas, la respuesta del presidente Piñera. La ONU ya denunció que se vulneran derechos humanos en Chile, casos de tortura, de detenciones ilegales y violaciones de mujeres .

Podrán decir que lo que encendió la mecha de este incendio social fue ese aumento ridículo del metro en Santiago. Un segundo aumento en pocos meses. Pero !Ey! ¿Quién puede creer que eso hace que un país arda? En pocos meses también aumentaron los combustibles, la energía, el costo de vida en un país que prácticamente no tiene inflación. Y encima declaraciones de políticos que son un chiste de mal gusto. Un ministro que manda a madrugar a las personas para evitar el horario pico. ¿En serio? ¿Esa es la respuesta? ¿No prenderías fuego vos todo por esa respuesta?

Hay una deuda social inmensa en Chile, en toda América Latina. Hay un reclamo de redistribución. Este modelo neoliberal está agotado, nos agotó. El éxito del modelo solo beneficia a los ricos. Y el fracaso, el fracaso de ese modelo somos todes nosotres. El ejemplo, otro más de tantos, es lo que nos pasó en 2001, lo que hizo Macri, lo que pasa hoy en Chile.

Algo pasa cuando miramos el caos en Chile. Algo nos tiene que pasar en las tripas, por favor. Quién puede mirar lo que pasa en Chile sin sentir asco por tanta injusticia. Quién puede ver las noticias de un pueblo que reclama por demandas históricas sociales insatisfechas y no querer que alguna vez la historia se escriba de otra manera. Quién puede mirar imágenes de militares reprimiendo a civiles sin angustiarse, sin llorar. El mundo ya es demasiado horrible, que no nos derrote la indiferencia del dolor ajeno, no perdamos la empatía, no olvidemos la ternura. No celebremos la violencia del Estado que reprime..

Y vamos a tener que discutir, de forma reduccionista al menos, si izquierda o derecha de nuevo. Entendiendo la izquierda como esa empatía con la pobreza y el fortalecimiento de las bases sociales, de los tejidos sociales; y entendiendo la derecha como de libre mercado, que confía en los empresarios para que derramen lo que les sobra a los de abajo ¿En serio confiamos en un modelo que se basa en las limosnas de los que más tiene? ¿Funcionó alguna vez?

Que continente raro el nuestro. Hermoso, valiente, desigual, violento. En los 90, con el neoliberalismo instalado había futuro, una idea de futuro, horrible idea de futuro. Pero estaba al menos, podía no gustar, pero el futuro, aunque distópico, existía. Después, toda esta revolución bolivariana y los progresismos, también nos dieron un futuro, una alternativa de futuro de igualdad y reivindicaciones sociales. Pero tampoco funcionaría ¿Cuál es el futuro que nos ofrece el mundo ahora?

Hay días, cómo hoy, que no parece haber futuro en Latinoamérica, con problemas serios en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Perú, Chile y, claro, Argentina. Y eso es imperdonable, que nos nieguen la capacidad de tener futuro. La esperanza de futuro.

Y entonces en Chile, el país que era modelo para el resto del mundo, un estallido social. El pueblo que se levanta ya no se puede calmar con migajas. Lo que empezó como un “no pago el metro” terminó en un “te prendo fuego todo”. ¿Y a quién vamos a culpar? ¿A quién tiene el bidón de nafta en una mano y el encendedor en la otra? ¿O a los que pusieron ese bidón de nafta en las manos del pueblo, a quiénes no le dieron otra alternativa al pueblo de darle un bidón de nafta para prender fuego las cosas y empezar de nuevo?

El presidente Piñera, ante el reclamo popular, que sí, tuvo sus coletazos de violencia; que sí hubo 22 estaciones de metro y edificios quemados, pero el presidente, ante ese estallido pasó de 0 a 100 y su respuesta fue sacar a los militares a la calle. Hierro y bala para el pueblo que protesta. Toque de queda y botas.

No hay que estar a favor de la violencia ni hacer apología a la violencia, pero es más peligroso ser naif y pensar que las revoluciones se hacen sin sangre. Veo las imágenes y me conmueven. Hay toque de queda, militares en las calles y ayer miles y miles de personas protestaron pacíficamente y reclamaron justicia, distribución, equidad.

En medio del caos hubo saqueos, aprovechamientos, intentos de desestabilización. Claro. Pero es más preocupante el Terrorismo de Estado, la violación de mujeres, de derechos humanos, de las muertes. El uso del Estado para enquistar privilegios.

A quién vamos a culpar de nuevo. Al qué prendió fuego las estaciones del metro o al sistema que la única respuesta que le ofreció ante tanta injusticia fue un bidón de nafta y un encendedor, para que tal vez desde las cenizas se construya algo un poco más humano.

Por Jua Salas

Periodista de la sección de Policiales del diario LA CAPITAL de Mar del Plata, docente, ñoño por vocación y casi persona. Consumidor serial de películas malas de madrugada y libros que escapen a la autoayuda.

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